Citas

  Aquel día acudiste a la cita con las medias que te regalé. Tu traje chaqueta negro ajustado. Tu camisa blanca con los botones precisos desabrochados para que los ojos de todos pasaran de tus ojos al escote.
  Te esperaba en aquel bar con mesas, sillas de madera -como me gustan- en el casco viejo. Nos sentamos. Podía oler el calor que había entre tus muslos cuando cruzaste las piernas. Sabía que no llevabas nada debajo.Eran encuentros al margen de nuestras vidas, al margen de la vida, diría. Tomamos unos martinis. Era irresistible la tentación de pasar la mano  por debajo de tus piernas. Sentías mis dedos pero adoptabas una actitud de indiferencia, seguías hablando y bebiendo con toda naturalidad. Los demás hombres no te quitaban la vista de encima, iban sus miradas de tus pechos a tus muslos.Pronto tendría en mis labios tu sexo abierto, rosa, que se impregnaría del sabor del martini.
  Nos gustaba retrasar el momento de llegar a nuestra habitación. Una vez allí quizá todo se había vuelto demasiado frío. No obstante te encantaba aún que te levantara la falda por atrás, apoyarte en los pies de la cama y que te la metiera de golpe. Llevabas los zapatos de tacón alto, medias.Tu culo y tu sexo sobrersalían en un encuadre perfecto, sólo le faltaba la polla que ya estaba entrando. Te volvía loca que te follaran rápido y fuerte.
  Algunos días especiales querías que penetrara tu culo, con calma y , ahí sí, con besos en el cuello.
  Los besos casi habían desaparecido de nuestra vida. Sólo quedaban las erecciones, tu sexo húmedo, el semen en tu boca.